terça-feira, 25 de março de 2014

Diez lugares que no te puedes perder

Senderismo, gastronomía, museo de CR7, Laurisilva, piscinas naturales... Motivos para amar este jardín en el Atlántico

Naturaleza en estado puro
 
Madeira es una isla más bien pequeña, como La Palma, pero muy diferente a sus vecinas Canarias. Su longitud máxima es de 57 km. y la anchura de 22, es decir, se recorre muy fácilmente en coche por lo que es muy aconsejable alquilar uno. Pero también lleve zapatos cómodos para recorrer los bordes de alguna de sus «levadas» (canales de irrigación).
De origen volcánico y orografía montañosa, tiene un clima muy suave con máximas rara vez superiores a los 25º C. Es un vergel conocido como el «Jardín Flotante» en el que se mezclan las plantas tropicales y mediterráneas. Sus costas, bravas, presentan impresionantes acantilados.
 
 
Mar por todas partes
 
Madeira es sinónimo de mar. El Atlántico la rodea por todas partes y prácticamente desde cualquiera de sus rincones se ve el mar. Así pues, ofrece una buena selección de actividades marítimas desde la vela, el surf, el esquí acuático, la pesca, el submarinismo... en unas aguas de temperaturas agradables gracias a que proceden de la Corriente del Golfo y que llegan desde el Golfo de México al Atlántico Norte. En la zona de Garajau (sureste de la isla) se encuentra una de las primeras reservas naturales submarinas de Europa.

 
Bosques y parques también son importantes
 
Uno de los tesoros madeirenses es su bosque de laurisilva, con una enorme y rica biodiversidad de especies endémicas, tanto de flora como de fauna. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999 y cubre un área de 150 km², de los que 120 pertenecen a la Reserva Natural. Cuando Madeira fue descubierta en 1418 por los marinos portugueses, la mayor parte de su superficie estaba cubierta por bosques, y aunque muchos han desparecido quemados por los agricultores, desde 1982 dos tercios de la isla están protegidos como Reserva Natural.

 
Funchal, tierra de hinojos
 
El recorrido siempre empieza por Funchal, la capital, que se llama así porque allí abundaba el hinojo, «funcho» en portugués. Ciudad pequeña y de ambiente relajado se vanagloria de carecer de delincuencia. En el «Mercado dos Lavradores» encontraremos flores, frutas, verduras, pescado, artesanía... No hay que perderse el espectacular Jardín Botánico, allí mismo también se encuentran el Acuario y el Museo de Historia Natural.
La catedral, en el Largo da Sé, es del s. XV, el primer gran templo construido por los portugueses fuera del Portugal continental.
 
Hay museos para todos los gustos, como el de Historia local, el de Fotografía, el de Arte Contemporáneo, el del Azúcar, el de Arte Sacro y Decorativo (Federico Freitas)... Pero el que más visitas recibe es las Bodegas Blandy en el que se puede hacer un recorrido entre las cubas y botellas y una degustación incluida en el precio de la entrada. Al lado se encuentra el Museo del Vino de Madeira en lo que fueran las Bodegas San Francisco.

 
Los famosos carros de cesto
 
No se pierda el descenso desde Monte a Funchal, la capital, en unos cestos provistos de patines que se deslizan cuesta abajo sobre los adoquines de la calzada impulsados por dos hombres, los “carreiros”. Solo tardan en recorrer los dos kilómetros 10 minutos. Antiguamente era la forma en la que se desplazaban los señores desde sus residencias a la ciudad, hoy es una actividad turística que conviene experimentar al menos una vez.
Se puede subir al monte el teleférico.
 
                                                                                     

El museo CR7
 
Entre los últimos museos abiertos en Funchal cabe destacar el dedicado a Cristiano Ronaldo, quizás el madeirense más conocido. Está en la Rúa Princesa Dona Amélia, 10, la casa en la que nació y vivió CR7, aunque el edificio actual, convenientemente remodelado, no tiene que ver con la casita humilde de la que en los años 90 salía Cristianinho para jugar al fútbol en los descampados cercanos del barrio de Santo Antonio (hoy también desaparecidos) y pasar las horas muertas en los billares Quinta Falçao.

Objetos personales, fotos, trofeos y una tienda de regalos componen una oferta buscada por muchos turistas.
    

 
La cocina de Il Gallo de Oro, estrella Michelin
 
En Madeira se come muy bien. A la excelente gastronomía portuguesa y los platos brasileños hay que añadir delicias locales como el «espada preto», mal traducido por «pez espada» cuando en castellano se llama «pez cinto», feísimo pero delicioso, o el atún con maíz.
El vino de Madeira merece mención aparte. Sercial, Verdelho, Boal y Malvasía son las cuatro variedades de más seco a más dulce.
Todo y mucho más lo podemos encontrar en el restaurante «Il Gallo d'Oro», el único con una estrella Michelin de toda la isla. Merece la pena.
 
 
 
Vida nocturna en Madeira
 
Si lo que busca es marcha, quizás no sea Madeira el destino más aconsejable, pero en contra de lo que algunos piensan, la isla tiene su vidilla nocturna especialmente los fines de semana. Una vida nocturna auténtica, nada turística, la de las personas que viven y trabajan allí, pero a la que se puede sumar cualquiera que llegue de fuera. A lo largo del paseo marítimo hay unos cuantos lugares para escuchar música en directo, bailar y/o tomar una copa en alguna terraza. Las discotecas suelen estar en el casco viejo de Funchal y en los hoteles de más estrellas. Hay, cómo no, restaurantes típicos con espectáculos folclóricos, como «A Seta» y «A Parreira». Y casas de fados. En «Arsénio's» y «Marcelino» la música cargada de saudade suena tan bien como en la Alfama lisboeta, aunque esté a más de 900 km. También hay un casino.


 
La costa madeirense, itinerario básico
 
Una vez visto Funchal hay que salir a recorrer la isla. Muchas sorpresas nos esperan. La primera parada puede ser en Cámara de Lobos, un encantador pueblito de pescadores donde antiguamente se refugiaba la foca monje. Desde el Pico de la Torre tenemos un impresionante panorama del puerto a vista de pájaro.
 
Muy cerca está Curral das Freiras (Valle de las Monjas) en una profunda caldera volcánica. Bellísimo pueblo al que llegaron las monjas del Convento de Santa Clara de Funchal en el siglo XVI huyendo de los ataques piratas.
 
Santana, en el norte, tiene unas curiosas casas de labranza con el tejado de paja a dos aguas, que nos recuerdan a las barracas valencianas. En los alrededores de esta población empieza el sendero de una de las «levadas» (caminos de irrigación) más concurridas.
Porto Moníz es famoso por sus piscinas naturales en las rocas marinas. Su fuerte de San Joao Batista fue construido en el siglo XVIII como refugio contra los piratas.
Pero hay muchas otras cosas interesantes en esta isla. Lo mejor es descubrirlas por uno mismo.

 
 
Porto Santo, destino ideal si buscas playa
Es verdad que en Madeira no hay buenas playas naturales, pero a 40 km. (15 minutos de avión) se encuentra la isla de Porto Santo con una playa natural de casi 10 km. de longitud y fina arena dorada que fue ha sido elegida la mejor «playa de dunas» en el concurso «7 Maravillas – Playas de Portugal». Esta playa tiene bandera azul desde 1992 y ha sido reconocida con la «Qualidade de ouro» a la conservación del medio ambiente.
Aquí está la Casa Museo de Cristóbal Colón, en el callejón tras la Iglesia de Nossa Senhora da Piedade, donde se supone que estuvo el descubridor durante su matrimonio con Filipa Moniz. 
 
 
 
 
 
 

Sem comentários:

Enviar um comentário